jueves, 19 de noviembre de 2009

ARTICULA PARA ENSAYO DE SAFA

Gobierno y SNTE agudizan la pobreza educativa
Erandi Melgar Huerta

En México, los proyectos para “revolucionar” la educación pública, que históricamente se han limitado a meros planes gubernamentales sexenales, estarán destinados al fracaso en tanto no sea resuelto el estatussocioeconómico lacerante de más de la mitad de los mexicanos, y mientras prevalezca un sindicato magisterial arcaico, de exclusivo provecho para sus dirigentes y con una íntima pero perniciosa relación con el gobierno, lo que impide las reivindicaciones laborales de los maestros y su acceso a una mejor formación académica. Al final de la cadena, todo esto repercute en una calidad educativa que mantiene al país en el lugar 29 de 30 países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

De acuerdo con especialistas sobre el tema consultados por buzos, en la punta de esos factores negativos siempre han estado, efectivamente, los gobiernos federales en turno, toda vez que han sido incapaces de lograr políticas integrales que apoyen el desarrollo de las localidades en extrema pobreza. Esta realidad se acentúa en la actual administración.

El Doctor Alejandro Márquez Jiménez, especialista en el área de Educación y Sociedad del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE), sostiene que las políticas educativas aplicadas hasta ahora, “en lugar de que sirvan como igualador o para aliviar las desigualdades en comunidades en peores condiciones, tiende a ampliarlas”.

Precisa: desde la década de los 60 del siglo pasado, sólo se ha manejado en el discurso la aplicación de políticas compensatorias, es decir, brindarle más a los que menos tienen. Pero en la realidad ha ocurrido lo contrario: “a los que tienen menos, les dan servicios de peor calidad que los que se pueden encontrar en las urbes más desarrolladas”.

La muestra la pone el propio Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), en un estudio para saber la influencia de las condiciones socioeconómicas y culturales influyen en el desarrollo educativo. La evaluación es contundente: Oaxaca encabeza las entidades cuyos estudiantes se encuentran en mayor desventaja; le siguen Chiapas, Veracruz, Hidalgo, Guerrero, Tabasco, Campeche, Tlaxcala, Nayarit, Guanajuato, San Luis Potosí y Puebla.

En contraparte, el DF, Coahuila y Nuevo León, están por arriba del promedio nacional.

La situación es grave, apunta Márquez. Tenemos bajos resultados y una mala distribución de oportunidades educativas, principalmente centralizadas en algunas entidades de mayor desarrollo socioeconómico, mientras en otras, donde la infraestructura, calidad y formación del cuerpo docente son deficientes, hay una mayor cantidad de niños.

El factor sindical

El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), a pesar de que es uno de los sindicatos más importantes de América Latina, con más de millón y medio de afiliados, en su papel, es víctima no sólo de políticas de enseñanza fallidas, sino por fomentar histórica e internamente una cultura clientelar entre los maestros, aplicando un esquema de beneficio selectivo a quienes “cooperan” y de obstáculo a quienes no participan en las decisiones de la cúpula gremial. Adicionalmente, la disposición caprichosa sobre las cuotas magisteriales, que siempre ha ejercido la dirigencia, trasluce un manejo profundamente corrupto.

Sobre el caso, Márquez Jiménez diagnostica que si la desigualdad socioeconómica y el sindicato magisterial siguen como están, será difícil que mejore radicalmente el sistema educativo nacional, por más “cambios” que plantee el gobierno federal,. Esto explica que los planes educativos lanzados por el presidente Calderón, “simplemente hayan fracasado”.

A su vez, el doctor Armando Alcántara Santuario, también investigador del IISUE, afirma que la relación de control del magisterio, utilidad política y conveniencia administrativa, “es uno de los grandes obstáculos para una verdadera transformación educativa, sobre todo en la educación básica”.

Sostiene que más allá del cacicazgo que ejerce Elba Esther Gordillo en el SNTE y su apoyo incondicional al Presidente de la República (que fue fundamental para que Calderón alcanzara la primera magistratura), es parte del papel que durante años han desempeñado éste y otros sindicatos en el llamado corporalismo; “a veces son solamente grupos de presión, pero también se convierten en grupos corruptos”.

La prueba de unas de las aristas del botín burocrático que maneja el SNTE está la facultad que se le ha conferido para el otorgamiento de puestos de directores y de supervisores en las escuelas de educación media superior.

De un millón 730 mil docentes que hay en todo el país, el SNTE maneja a 1.5 millones de maestros, es decir, el poder que tiene el magisterio es inmenso y esto, en lugar de ayudar al mejoramiento del sistema educativo nacional, se ha convertido en una fuerte traba. “Si el sindicato y el gobierno en realidad fueran dos pilares que caminaran sobre el mismo rumbo, probablemente las reformas al sistema educativo puedan tener efectos positivos, sobre todo en los niveles de aprendizaje de los estudiantes”, refiere Alejandro Márquez. Pero el SNTE -prosigue- impide que haya tales reformas porque eso implica perder el poder que tiene, sobre todo en la educación básica. Entonces, al no delegar poder para llevar adelante la reforma, se convierte en un sistema que bloquea los cambios de fondo.

El problema del SNTE es complejo, pues por un lado “es un lastre para los cambios y reformas, pues se ven como figuras pesadas, arcaicas, pero por el otro ha logrado evitar la precarización de sus agremiados. Es decir, no todo es blanco-negro, sino hay grises”. Aunque no responde a todas sus demandas, por lo menos el trabajador no queda a expensas del patrón, quien, sin protección de un sindicato, puede despedirlos cuando quiera. “Parece una contradicción, porque por un lado puede ayudar al trabajador, pero por el otro no deja hacer cambios para mejorar la educación, pues no quiere perder los privilegios que tiene con ese poder”.

La reforma sin reforma

No es nuevo hablar de una “revolución educativa”; cada seis años se habla de “transformar a fondo” a la educación y la agenda mediática del gobierno federal ha sacado a relucir cambios en tal sentido, “con la que se revolucione también al país y se sienten las bases de la nueva escuela mexicana del siglo XXI”, según reza el argumento oficial.

Así, el pasado 15 de mayo, a propósito del Día del Maestro y fecha en la que cíclicamente se anuncian “mejoras” al sistema educativo nacional y al magisterio, el presidente Felipe Calderón redujo a una “Alianza por la Calidad de la Educación” lo que se esperaba fuera una reforma educativa de fondo. La estrategia ronda sobre cuatro ejes de la “transformación educativa” oficial: brindar mayores oportunidades de acceso a la educación, mejoramiento de la infraestructura, actualización de profesores y la evaluación del sistema.

Ardid publicitario

Para los que están implicados en el sistema educativo nacional, “hablar de un cambio profundo es de todos los sexenios”. Es una tradición. También el actual mandatario propone cambios, “pero sólo en el término discursivo, que sirve como una buena publicidad para su gobierno”, señala el Doctor Alejandro Márquez Jiménez.

Esta visión la comparte Ricardo Vázquez Chagoyán, experto en la materia que, en un trabajo titulado Las reformas educativas, más de cuatro décadas de fracasos, reseña que desde el inicio de la década de 1960 a la fecha, se han realizado cinco reformas educativas generales (en los regímenes de López Mateos, de Echeverría, de De la Madrid, de Salinas de Gortari y de Fox Quesada), además de una enorme cantidad de reformas parciales en planes y programas de estudio, y en todos los niveles de escolaridad, desde preescolar hasta posgrado.

Sin embargo, dice, “a pesar de tantos cambios, todas las evaluaciones del sistema educativo con que contamos arrojan resultados negativos hasta hoy. Eso indica que ninguna ha mejorado en absoluto la calidad de la educación que se imparte en el sistema escolar; es decir, lo que debería ser aprendido no se aprende o se olvida inmediatamente después de los exámenes respectivos”.

Asume que la causa principal por la que han fracasado estas “reformas” se resume en que los gobiernos en turno siempre han partido del mismo dogma: la creencia de que la estructura del sistema educativo escolar es esencialmente correcta, “pero en el fondo todas las medidas terminan transformándose en ‘más de lo mismo’: más cursos, más horas de clase, más días de clase, más años de escuela, más población escolarizada, más becas, más tarea, más lectura, más bibliografía, más matemáticas, más gramática, más contenidos, más presupuesto, más computación, más inglés, más, más, más… Y los aspectos importantes, que en realidad influyen en este nivel educativo desastroso, no son tomados en cuenta”.

Factor pobreza

El Doctor Pablo Latapí, con 30 años en estudios sobre educación, coincide en que, aunque la educación está catalogada como un factor que posibilita una mayor igualdad de oportunidades entre los individuos y un mayor bienestar para las sociedades, en México la situación educativa “es penosa”, más si la política educativa ha sido meramente gubernamental”.

El hecho de que la concentración de la riqueza la detentan cada vez menos mexicanos, “influye mucho en la educación”, señala el Doctor Armando Alcántara Santuario. “Cada vez es más grande el número de pobres y esto es uno de los grandes obstáculos que juega en contra de una verdadera transformación en la educación”, puntualiza.

El Doctor Alejandro Márquez Jiménez reafirma que, “por lo general, el mismo sistema educativo es el que amplía las diferencias entre las zonas con mejores condiciones y las que están olvidadas. Es decir, en lugar de que la política educativa sirva como un igualador e intente eliminar amplias brechas en el nivel de desarrollo y en los contextos en los que se desarrollan los niños, lo que ha hecho es aumentar las diferencias. Las comunidades en peores condiciones son a las que llegan los profesores peor preparados, la infraestructura es pésima y, por tanto, los niveles de preparación del niño van en deterioro”.

Sugiere que éste es uno de los aspectos que hay que considerar siempre al momento de revisar o de conocer los resultados de las evaluaciones estandarizadas, y sostiene su tesis de que el factor socioeconómico incide en el rezago educativo.

Así, el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) revela que 33.4 millones de mexicanos no han concluido su educación básica, de los cuales cerca de 6 millones son analfabetas.

Calidad de la docencia

Ricardo Vázquez Chagoyán describe en su trabajo que la mayoría de los profesores que están en funciones tiene una educación insuficiente. “Si el maestro no está formado correctamente, si no lleva un trabajo de actualización, es difícil que enseñe como se requiere”, evalúa.

Pone como ejemplo que el problema de que los niños no retengan lo que se les enseña es que se sigue insistiendo en la memorización mecánica de los discursos de los docentes o de los libros, que para los educandos carecen casi siempre de significación y de funcionalidad para su vida práctica.

Por tanto, lo que rige en la escuela no es el pensamiento crítico, sino el pensamiento dogmático: hay que creer en lo que dice el profesor o el libro. Por eso es difícil que avance el sistema educativo si los encargados de preparar al “futuro de México” tampoco están capacitados.

Aunque todas las reformas educativas han planteado propuestas para mejorar la formación de los docentes, sólo las de la década de 1980 consideraron la formación magisterial como el eje central del éxito educativo. Entre las acciones que se llevaron a cabo, la más relevante fue la de elevar al rango de licenciatura la carrera magisterial, con lo que los nuevos docentes tendrían al menos tres años más de escolaridad, ya que el bachillerato se convirtió en requisito de ingreso.

Sin embargo, el investigador Márquez Jiménez señala que, a pesar de que en ese lapso, durante la administración del presidente Miguel de la Madrid y con Jesús Reyes Heroles como secretario de Educación, se fijaron grandes expectativas, “en términos reales este cambio nuevamente se transformó en elevar los años cursados, pero los contenidos, las materias, todo el proceso de formación, siguió siendo básicamente el mismo, es decir, tampoco hubo un cambio de fondo para formar mejores académicos”.

La conclusión de aquel esquema sobre el actual, no muestra diferencias sustanciales: la formación docente sigue teniendo los mismos defectos en todo el sistema educativo escolar. Al ser formados con las mismas prácticas tradicionales, los maestros simplemente reproducen en sus prácticas vicios educativos. Se cierra así un círculo contaminado.

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